Superando la Ansiedad con Fe: Mi Viaje hacia la Serenidad

Hace unos días, tuve nuevamente un episodio de ansiedad. Hacía ya algún tiempo que no tenía uno de esta manera. Mi pecho estaba agitado y no podía concentrarme en mis tareas diarias de la mañana. Realmente me costaba mucho. Lo peor es que, en ese momento, no identificas rápidamente que estás teniendo un ataque de ansiedad. Soy bastante testaruda, realmente no puedo negarlo… me empeño en terminar lo que estoy haciendo porque me hace sentir bien lograrlo. Así que, te soy honesta, cuando tengo un episodio de ansiedad, tiendo a presionarme más de lo que quizá debería. No me detengo, continúo y me fuerzo a mí misma a hacerlo. Y sí, muchas veces funciona, pero otras veces no; otras veces pareciera que la ansiedad me ganara. Y eso me molesta bastante, porque entonces… tengo que dejar todo detenido, mi mundo se detiene y yo con él. Y paso de un ataque de ansiedad a uno de estrés enojado. Sí, me leíste bien, estrés enojado…

Es esa sensación de desesperación, enojo, frustración e impotencia al saber que necesitas terminar o lograr algo, pero realmente no puedes. Eso te molesta tanto, pero tanto, que es como un globo de helio que infla tu pecho de coraje…

Al final, paso a la siguiente etapa: tristeza y sentido de derrota. No puedo negarte que, a veces, me desgasta físicamente, pero no termina ahí… luego de estos sentimientos, paso a la siguiente etapa, mezclada con miedos. Y cuando te digo “mezclada”, es porque continúo sintiendo la tristeza, y ese sentimiento de derrota se une con el miedo al tiempo…

Sí, el factor tiempo… Y es que, aunque no puedo recordar qué fue lo que comenzó mi ansiedad, aunque creo que fue cuando perdí a mi hermano (no estoy segura realmente), lo asocio bastante con este momento de mi vida, porque es el que más me deja ver lo enredada que es mi ansiedad, como una bola de espaguetis ante mis ojos.

Cuando recuerdo lo de mi hermano, de inmediato llega a mí ese sentimiento, y me recuerda lo mucho que me agobia no poder tener el control. El no haber tenido el control de la situación y quizás haberlo ayudado para que estuviera aquí. Por mucho tiempo ese fue mi pensamiento, pero si algo he aprendido es a conocerme a mí misma, a estudiarme como persona, reconocer las señales que yo misma me envío para estar bien. Y quizás ya te estés preguntando: ¿dónde ha estado Dios en todo esto? Porque ni siquiera lo he mencionado desde que comencé a platicar contigo. Te prometo que pronto te lo diré.

Retomando las etapas de cómo se activa mi bola de espaguetis (ansiedad) y todos sus demás acompañantes, a veces, este último sentimiento mezclado de miedo y tristeza puede durar entre uno a dos días, quizá tres, aunque es muy difícil. Claro, no puedo dejar de mencionarte que he pasado por un millón de síntomas físicos que causa la ansiedad, el estrés, la tristeza y el miedo. Desde ojos con movimientos impulsivos que toman vida propia y no dejan de moverse, hasta mareos, dolor de pecho, respiración entrecortada, pequeñas palpitaciones como si mi corazón no estuviera bombeando sangre correctamente (esta es la que más miedo me da), hasta dolor detrás de mi oreja o en el cuello y, en ocasiones, en la parte frontal de mi hombro, casi llegando al pecho, como un ardor intenso. Por ahora no recuerdo algún otro… ¡oh sí!, dolor de cabeza, vista cansada, desánimo, agotamiento, vibraciones en el cuerpo, caída de cabello y dolores musculares. Ok, creo que es tiempo de detenerme.

¿Que si he sido tratada por esto? Sí, pero te cuento en un ratito… Como te mencioné, me gusta autoevaluarme a mí misma constantemente. Tanto que, en cuanto siento algún tipo de molestia o sentimiento, me detengo y comienzo a tratar de entender por qué siento eso y cuál es la raíz del asunto que me hizo llegar a ese punto. Créeme, lo hago con todo, y es algo que me gusta. Porque el conocerme y autoevaluarme me ha permitido ayudarme a mí misma. Y con la ansiedad no ha sido la excepción. Por eso sé que lo que causa, de alguna manera directa o indirecta, mis episodios de ansiedad es la falta de poder controlar las cosas a mi alrededor. Y el botón que, en la mayoría de las veces, lo activa tomando distintas formas son mis miedos… cualquiera de ellos. Al final, cuando miro detrás de ellos, todos tienen como base el hecho de que no puedo controlar el evento. Como, por ejemplo, el miedo a los aviones… siempre lo digo de manera graciosa a quienes me conocen. Pero la realidad es que me cuesta mucho subirme a un avión, y es que pierdo todo control, y mi mente me traiciona recordándome que no puedo salir del avión cuando yo quiera, que no tengo control de cualquier eventualidad que pase en este, y eso me ahoga… Los aviones, la muerte, la salud, la vida, los sucesos, las alturas, los espacios cerrados, no poder terminar, el ciclo del tiempo y todo lo que está fuera de mi control me causa ansiedad.

“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará” (Salmos 23:1-2).

Y sí, he visitado médicos, quienes me han dado como solución cantidades de cosas, desde medicamentos, drogas, ejercicio, meditación del yoga y mil cosas más…

¿Dónde está Dios en todo esto?

Al comienzo, no involucraba a Dios en esto. Era como algo que no me hacía asociarlo. Pensaba que eran cosas de mi propia humanidad y que necesitaba resolverlas por mí misma. ¡Error! Todo, grande o pequeño, siempre está relacionado con Dios y no debemos librarlo solas. “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10). Porque, aunque Dios se fortalece en nuestras debilidades, el enemigo se aprovecha de ellas y se fortalece a través de ellas en ti. ¿Cómo?

La ansiedad, como muchas otras cosas, hace que nuestra mente corra a mil por hora, despierta nuestros miedos y, de esos, es de donde el enemigo se alimenta. Los usa como armas poderosas para autodestruirte, lenta y calmadamente… créeme, eso le place.

Pero un día, estaba muy angustiada y desesperada… y recordé ese pasaje de la Palabra que dice: “Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). Entonces me desplomé y solté todo en las manos de Jesús. Lo llamé, le supliqué y le pedí su sanación. Ya no quería vivir así, no quería seguir atrapada. No quería vivir de esta manera. En mi búsqueda de sanación, me di cuenta de muchas cosas en las que he ido trabajando. ¿Que si Jesús me sanó? Aún no completamente, no a llegado mi tiempo y está bien…

Porque he sido yo quien no se lo ha permitido, aunque lo anhelo con todo mi corazón. Es necesario recordar que, para que la sanación, los cambios, las liberaciones y los nuevos comienzos sucedan por mano de Dios, debemos ser capaces de soltar, entender y dejar todo en las manos de Dios de una vez. “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” (Proverbios 3:5). Es como arrancar algo de raíz, como cuando sacas una planta seca del tiesto al comienzo del otoño, y la tierra está seca y cuando la jalas sale con todo y su raíz. Bueno… es algo así.

Pero en ocasiones, la raíz es grande y está muy profunda en la tierra. Jalas y jalas, pero es tan difícil sacarla que desistes y decides cortar toda la parte superficial, dejar la raíz y sembrar sobre ella. Al final, esa raíz seguirá ahí sin dejar que lo nuevo prospere. Y en ocasiones podrá matar la nueva planta o crecer nuevamente de manera incorrecta. ¿Me entiendes?

Jesús quiere sanarnos, liberarnos… pero también nosotras debemos poner de nuestra parte. No debemos rendirnos. Debemos trabajar en nuestras debilidades, fortaleciéndolas a través del amor sanador de Dios, de nuestra conexión con Él, de nuestra fe, que nos lleva a la esperanza y nos permite sostenernos en la certeza de que su poder lo puede todo, y que seremos sanadas, revividas, renovadas cuando llegue el tiempo exacto y correcto de Dios. “Todo lo hizo hermoso en su tiempo” (Eclesiastés 3:11). Mientras, debemos trabajar en ello…

Hace un tiempo que no tenía un episodio de ansiedad, así que cuando pasó, solté todo… respiré y me enfoqué en mí (esto me ayuda). Pienso en que todo es al tiempo de Dios y no al mío, y eso me calma. Saber que Dios está en control, y que si no está pasando justo ahora, es porque Él no lo ha permitido. Pero cuando pase, será en el perfecto tiempo que Él ha planeado.

Es necesario y saludable no hacernos las ciegas y creer que una persona cristiana o creyente del Señor no tiene derecho a pasar por este tipo de situaciones, solo porque cree en Dios. “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19). Es importante recordar que somos humanos y que todo es un proceso, aun cuando tenemos una relación con Dios. Parte de nuestra redención viene cuando sacamos todo aquello que no nos pertenece, pero como Dios mismo nos dio libre albedrío, nos aferramos a lo que debería ser fácil soltar, ya sea consciente o inconscientemente…

Me gusta trabajar mucho el “Papel Terapia” en distintos aspectos de mi vida. Eso me centraliza, me hace verme frente a un espejo, centrarme y trabajar en mis debilidades, sostenida de Dios. Me mantiene en un constante recordatorio de que Dios no está al margen ni desinteresado en mi sentir. Todo lo contrario, Él está ahí en todo momento para fortalecerme y hacerme cada día mejor y más digna de Él.

Había creado un diario, y ya había pasado un tiempo desde que no tenía un episodio de ansiedad, así que lo dejé por alguna razón, pero aquí estamos de nuevo. Cuando hace unos días me dio este episodio que te mencioné, recordé mi diario y cómo fue que logré sobrellevar, sanar y fortalecerme a través de la gratitud al Padre.

En esta ocasión se me ocurrió crear más cosas. Quiero estar cubierta en todas las áreas de mi vida… siempre teniendo presente sus promesas, su palabra y fortaleciendo mi fe. Creé entonces el Kit Otoñal de Serenidad y Gratitud. Lo he estado trabajando y me ha ayudado tanto… el poder abrir mi corazón y mi mente a través de la escritura, y mantenerme concentrada en mi conexión con Dios, me permite no prestar atención a lo que me agobia.

Estos días saldré de viaje, así que ya podrás entender por qué fue mi ataque de ansiedad. Pero recordar esto con una de las tarjetas que trae el kit, me hizo descansar y recordar que Él está conmigo y todo estará bien.

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).

Por cierto, dejé una hoja de muestra del kit ¡Aquí! para que la descargues. ¡Es completamente GRATIS! Úsala, y si sientes que te ayuda, entonces ve por más y consigue el kit completo, ¡Aqui!. Es imprimible, así que puedes conseguirlo aquí y luego imprimirlo en tu propia casa.

Mira, quiero que sepas que sé lo que es tener ansiedad, miedos y ataques de pánico… y si soy capaz de gastarme $20 en una camiseta, puedo ser capaz de buscar herramientas que me ayuden a mejorar en esto y en los aspectos de mi vida de manera saludable, sostenida en el amor misericordioso de Dios…

No estás sola, pero tenemos la certeza de que quienes buscan a Jesús en medio de la angustia serán socorridos y amados por su misericordia.

“Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás” (Salmos 50:15).

Gracias por tomarte el tiempo de leerme. ¿Cuéntame como te va con la Ansiedad?

Mientras… que la Paz de Dios te Bendiga Grandemente, Té envío un abrazo cálido, Bonita…


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3 respuestas a «Superando la Ansiedad con Fe: Mi Viaje hacia la Serenidad»

  1. Avatar de Mariermis Bellorin
    Mariermis Bellorin

    Me parece muy interesante y lindo este material

  2. Avatar de Anna Medina
    Anna Medina

    Bendiciones, gracias por compartir con cada una de nosotras😇

  3. Avatar de Johana Montecino
    Johana Montecino

    Gracias😉👍